Hace 40 años, el minúsculo pueblo de Fréchou, apenas mayor que una aldea, en el Sur Oeste de Francia, se hizo la primera cuna de nuestra querida Congregación.
Cuando los contemporáneos de Nuestro Señor Jesucristo se confundían de la sabiduría de sus respuestas, su grandeza y su dignidad, su potencia y su fuerza moral, su nobleza, al mismo tiempo se desconcertaban de su suavidad, de su humildad de su misericordia, de su apertura de espíritu, su pobreza y su amor a los pobres y a los pequeños.
Exasperados de la manera con la cual trastornaba sus prácticas y sus prejuicios, se preguntaban de dónde venía y cuando se les respondió: "de Nazaret" dijeron:
""¿qué bueno puede sacar de Nazaret?"
Como se diría hoy día:
"¿qué bueno puede sacar de Fréchou?"
Completamente perdido en el campo gascón, donde las carreteras son tan estrechas que dos vehículos no pueden cruzarse, este pequeño pueblo se hizo famoso en el mundo entero porque Dios fijó su mirada sobre él para asociar en adelante su nombre con lo de la humilde Virgen de Nazaret, la Mensajera de Dios, que está conocida sobre los cinco Continentes como "Nuestra Señora de Frechou". Varios santuarios llevan su Nombre amado y bendito, su estatua peregrina, sus imágenes surcan las carreteras, los aires y los mares y van a sembrar por todas partes sus gracias, sus bendiciones, sus protecciones, sus milagros.
Cerca del pueblo, Dios eligió un bosque muy pequeño, como lugar privilegiado para dedicarlo a su Madre Santísima, para que haga resplandecer su misericordia, que alivie toda la miseria humana viniendo a congregarse cerca de Ella. Y sus hijos de la tierra vienen encontrar allí la paz y el consuelo que necesitan, la salud del alma y del cuerpo, y sobre todo la vuelta a Dios por la oración, los Sacramentos y el Santo Sacrificio de la Misa.
A la petición de la Virgen Inmaculada, muy humilde y pequeñamente, Monseñor Jean Marie fundó la Fraternité Notre Dame al Frechou en 1971 y poco a poco las vocaciones llegaron.
Durante los años de vida escondida, en la humildad, el trabajo y el rezo, las dificultades de todas clases, las persecuciones, a veces furiosas, no faltaron, llegando a veces hasta poner en peligro la vida misma de la Congregación. Las críticas y las calumnias no le dejaron a salvo tampoco a nuestro buen Fundador. ¿Qué de asombroso? Sabemos que el discípulo no está encima del amo, Él mismo nos había prevenido: " Me persiguieron, os perseguirán… cuando venga la hora, os acordaréis que os lo había predicho."
Pero Dios vela, Dios dio a sus Ángeles y al buen San José la orden de guardar y proteger la Fraternité Notre Dame, como antes sustrajeron al Niño Jesús a las manos de los que querían quitarle la vida.
En 1977, Maria Inmaculada apareció a su Confidente Monseñor Jean Marie, pidió una peregrinación, presentándose como Madre de Misericordia y Madre de la Iglesia. Pidió oración, penitencia, Misericordia, prometió que volvería de nuevo el 14 de cada mes, luego prometió que vendría hasta el final de el mundo. (Estos puntos están más desarrollados en el capítulo "Apariciones").
La peregrinación que se desarrolló al Fréchou no dejó de atraer las almas a los pies de nuestra Buena Madre del Cielo y nunca ha dejado de conceder gracias inmensas y numerosas.
Pequeño grano de mostaza echado en tierra al Fréchou, la Fraternité Notre Dame creció a pesar de los esfuerzos de algunos para destruirla. Y los pájaros del cielo comenzaron a hacer su nido en sus ramas. Del Fréchou sacaron ramos que tomaron raíz en el mundo entero y cada día, por los cuidados de Monseñor Jean Marie, de sus Sacerdotes, de sus Religiosos y Religiosas, de sus Terciarios, de sus fieles, son millares de pobres que son alimentados, vestidos, calentados, curados, aliviados, visitados, educados, animados, levantados, salvados. (Para saber más sobre nuestras Misiones, pueden visitar nuestro sitio Web en este capítulo).
La casa matriz se encuentra ahora en Chicago, USA., pero la peregrinación sigue y los religiosos y religiosas están siempre presentes al Fréchou y siguen su vida de oración, trabajo y apostolado. Sus días son bien ocupados entre el rezo, el mantenimiento del Bosque Nuestra Señora, la recepción de los peregrinos, las visitas a los enfermos, a los ancianos, la ayuda a los pobres.
Monseñor Jean Marie que tiene la preocupación de la elevación de las almas hacia Dios hizo embellecer el patio de entrada y recepción de la capilla Nuestra Señora de Fréchou, Liberadora de las almas del Purgatorio. Después de haber cruzado la puerta de entrada, el peregrino es acogido por la suave cara inclinada de la nueva estatua de Nuestra Señora de Fréchou sentada en un bonito refugio monacal de ladrillos antiguos.
Tomamos así la piadosa costumbre de saludar a Nuestra Señora de Fréchou antes de entrar en la capilla donde reside nuestro Único Salvador, Nuestro Señor Jesucristo.
Los muros del patio, ellos mismos adornados de farolas en terracota, adoptaron un aspecto monástico.
Los peregrinos que lo desean pueden honrar a Nuestra Señora en su propia casa y encargar esta idéntica estatua de Nuestra Señora de Fréchou.
Visitar a los enfermos, asegurar el catecismo, llevar la santa comunión a los ancianos forman parte del servicio apostólico. Cuántos mejoramientos de la salud, milagros hemos constatado.
A este humilde Bosque, perdido, ocultado, olvidado, elegido por Nuestra Señora, Monseñor Jean Marie dio el ornamento de un lugar que, como Ars, será conocido de la Cristiandad.
Cada día las quince decenas del Santo Rosario son recitadas al Bosque Bendito de las Apariciones, y se reza el Rosario la noche a las numerosas intenciones confiadas. Cuántas gracias concede Nuestra Señora con la oración del Rosario que quiere tanto: gracias de mejoramiento de la salud, curaciones, trabajo obtenido, paz concedida en los hogares.
Cuántas almas en este lugar salieron transformadas, trastornadas al darse cuenta de que la Santísima Virgen María está allí como su Divino Hijo cerca del pozo de Jacob, esperando el alma del pecador.
Los peregrinos fieles vienen cada 14 al Bosque Bendito para agradecer a Nuestra Señora, regularmente, nuevas almas salen, conmovidas por los sermones de Monseñor Jean Marie donde tenemos la certeza de escuchar una de estas grandes figuras bíblicas que hablan a los hombres la lengua de los profetas. Todos los oyentes son ganados por la convicción sincera y profunda de sus enseñanzas, el vigor del tono y esta fina punta de espíritu y humor característico de los Santos.
Este pequeño Bosque consagrado a Nuestra Señora conoció muchos milagros. Aun cuando Monseñor Jean Marie se encuentre en Chicago el 14, las almas confiadas, al venir al Fréchou en peregrinación, saben la presencia de Nuestra Señora, y la intercesión de un hombre de Dios al pie de quien pueden humillarse en arrepentimiento, pedir la esperanza en el desamparo, la gracia de tener un niño, un milagro en la enfermedad, la paz en la división. Nuestra Señora no deja de dar por la intercesión de su Confidente.
Con una palabra, una mirada, un silencio, pone de nuevo las almas sobre el camino de Dios. Y para muchos, el camino de Damasco pasa por « Le Fréchou ».