(470-542)
"Aunque estos pecados, dijo él en unos de sus sermones, no den la muerte a nuestra alma, ellos la desfiguran, no le permiten unirse al Esposo Celestial, sino al precio de una extrema confusión. Será por oraciones, ayunos continuos que llegaremos a redimirles y lo que no fue redimido por nosotros, deberá ser purificado en este fuego de lo cual habla el Apóstol cuando dijo: "...(La obra de cada uno) será revelada por el fuego..."
Así pues, mientras que estamos en este mundo, mortifiquémonos... y así estos pecados serán purificados en esta vida, de modo que, en el otro mundo, este fuego purificador no encuentre nada o muy poco a devorar...
Pero si no redimimos nuestras culpas por buenas obras, tendremos que permanecer en el fuego purificador tanto tiempo como lo exigirán nuestros pecados veniales (minuta peccata) para ser consumidos, como leña, heno o paja".
(San Césaire de Arles 470-542)
No consideramos el Purgatorio como un lugar y un estado de suplicios espantoso, pero como un lugar y un estado de purificación donde uno sufre realmente por estar todavía separado de Dios y de los bienaventurados, y como un lugar y un estado de espera en el Amor.
Es importante rezar cada día por las Santas Almas del Purgatorio. Nuestros sacrificios, nuestros pequeños renunciamientos, nuestras oraciones, nuestras comuniones y sobre todo la ofrenda de Santas Misas alivian o salvan las Santas Almas del Purgatorio.
Está recomendado ofrecer las treinta Santas Misas Gregorianas por las Almas de nuestros queridos difuntos a fin de obtenerles su pronta liberación.
"No omitamos las suplicaciones por las almas de los muertos; la Iglesia reza y ordena rezar para todos los que han muerto en la familia cristiana y católica, aunque sin nombrarles todos y en un memento general, a fin de que la Madre comuna supla del mismo modo a los padres y madres, parientes y amigos que no están aquí para cumplir con este deber."
(San Agustín, De cura pro mort. IV)
y alumbre tu luz siempre sobre ellos.
(Ps. 111.7)